jueves, 29 de octubre de 2015

Leonora Carrington


El universo pictórico de Leonora Carrington está marcado por una constelación de seres fantásticos que la acompañaron a lo largo de sus noventa y cuatro años de vida. Seres que habitaron su imaginario desde la niñez, cuando su nanny y su madre irlandesa le contaban historias fabulosas en las que los mitos y leyendas populares celtas, los relatos de fantasmas y los cuentos de hadas que fueran tan populares en la era victoriana, se entreveraron en su inconsciente para tejer con los invisibles hilos de la memoria una sensibilidad fuera de lo común. Nacida en Lancashire, Inglaterra, en 1917, Leonora desde muy temprano destacó entre sus tres hermanos por manifestar una rebeldía precoz ante la autoridad recalcitrante de su padre, el magnate de la industria textilera inglesa, Harold Carrington, quien nunca logró entender que el poderoso mundo interno de su hija no tenía nada que ver con el apretado y rancio entorno aristocrático al que la familia se aferraba.
El Templo de la Palabra, 1954


Brujas juegan al cubilete. Oleo sobre lienzo, 91,5 X 70,5 cm



Abundan en sus cuadros los sidhe, misteriosos personajes que según la mitología celta habitan las colinas de las hadas donde un día se levantaron las construcciones megalíticas. Son muchas las pinturas inspiradas en esas leyendas feéricas irlandesas, como Sidhe: The White people of Tuatha dé Dannan (Sidhe: La gente blanca de Tuatha dé Danann) una extrañísima escena en la que la artista logra plasmar con maestría la naturaleza etérea y fantasmal de estos personajes blancos –diríase transparentes– reunidos en torno a una mesa con comida, en una atmósfera sombría e inaprensible como la de los sueños más inquietantes.
 

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